Gradualmente, una agradable sensación de calidez me invadió, como si el peso de la desesperación comenzara a desvanecerse. Mi cuerpo se sintió más ligero, y el dolor que antes latía de forma insoportable comenzó a disminuir, como si una suave brisa estuviera acariciando mis heridas. No fui consciente del tiempo que pasé dormido, pero mi conciencia regresó a la realidad cuando unos susurros afuera de la puerta de mi habitación me alertaron, rompiendo el silencio que había abrazado mi descanso.
Miré una sombra por la ranura debajo de la puerta, y un escalofrío recorrió mi espalda al levantar la parte superior de mi cuerpo y hablar con voz entrecortada.
— ¿Bob?
— Shhh, abre la puerta. ¡Apresúrate!
La voz que me respondió con un susurro apresurado no era la de Bob; parecía mucho más joven y mostraba un claro nerviosismo. Mi corazón comenzó a latir más rápido, una mezcla de curiosidad y ansiedad burbujeando en mi pecho. Me incorporé ante el tono urgente de la persona del otro lado de la puerta. Dado que la habitación era muy pequeña, bastaron solo dos pasos para alcanzar la perilla y girarla lentamente, sintiendo cómo la adrenalina me recorría.
La puerta se abrió con rapidez, y una pequeña silueta entró sigilosamente, cerrándola de nuevo tras de sí. Era un joven de aspecto delicado, con grandes y hermosos ojos color café que brillaban con una mezcla de temor y curiosidad. Su cabello castaño oscuro emanaba un sutil y dulce aroma, como si la fragancia de la esperanza intentara infiltrarse en este lugar sombrío.
El chico me miró con curiosidad, permaneciendo en silencio mientras me analizaba de arriba hacia abajo. Su mirada era intensa, y me sentí expuesto, como si cada cicatriz emocional y física que llevaba se revelara ante él. La fruncida frente del chico reflejaba su confusión, y después de unos momentos, finalmente habló.
— ¿Eres tú el que Fox envió? — Preguntó. Su voz tembló ligeramente, como si temiera la respuesta.
Su pregunta resonó en mí, y en ese instante, la realidad de mi situación se hizo más palpable. Aquí estaba, en un mundo cruel, rodeado de sombras y secretos, y ahora un joven me miraba con una mezcla de curiosidad y temor. La soledad y la desesperación parecían estar a punto de ser interrumpidas, pero la incertidumbre de lo que vendría me mantenía en guardia.
Mientras observaba a este chico, noté que la habitación era pequeña y austera, con paredes de un gris deslucido que parecían absorber la luz, como si el lugar mismo estuviera atrapado en un estado de melancolía. Un catre desgastado ocupaba la mayor parte del espacio, su colchoneta tenía un ligero olor a moho que se mezclaba con el aroma dulce del joven, creando una extraña dualidad que me hacía sentir más vivo, pero también más vulnerable. Las cajas viejas apiladas al azar en un rincón parecían contener recuerdos olvidados, ecos de vidas pasadas que habían pasado por aquí, y el pequeño baño al fondo, con su ducha de aspecto desgastado, ofrecía una promesa de limpieza que se sentía casi irreal en este entorno sombrío.
El aire estaba impregnado de una mezcla de olores: el rancio de la habitación y el fresco aroma del chico, un contraste que me envolvía en una sensación de calidez y desasosiego.
La atmósfera era opresiva, y cada pequeño sonido resonaba como un eco en mi mente, recordándome la fragilidad de mi situación. La luz tenue que entraba por la pequeña ventana apenas iluminaba el espacio, creando sombras que danzaban en las paredes, como si el lugar mismo estuviera vivo, observando y esperando, guardando secretos que no estaba listo para descubrir.
La presencia del joven me hizo sentir una chispa de esperanza en medio de la oscuridad, pero también una profunda inquietud. ¿Qué significaba su llegada? ¿Era un salvador o un nuevo desafío en este laberinto de desesperación? La incertidumbre se cernía sobre mí, y mientras lo miraba.
— Definitivamente, eres Omega. ¿Eres el anfitrión nuevo? — preguntó el chico, con su voz suave y curiosa.
—¿Eh? — Respondí, mi expresión debió de ser de mucha sorpresa, porque el joven comenzó a reírse sutilmente, un sonido que resonó en el aire como una melodía inesperada en medio de la penumbra.
Su risa, aunque ligera, trajo consigo una sensación de alivio, como si la tensión en el ambiente se disipara por un momento. Observé cómo sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y curiosidad, y me di cuenta de que, a pesar de la situación, había algo reconfortante en su presencia. Era un recordatorio de que, incluso en los lugares más oscuros, la conexión humana podía surgir de las maneras más inesperadas.
— No, no soy un anfitrión. — Aclaré, sintiendo que la confusión se apoderaba de mí.
— Solo estoy aquí por un asunto… complicado.
El chico asintió, su expresión cambió a una mezcla de comprensión y preocupación. La atmósfera en la habitación parecía cambiar, como si el aire se volviera más denso, cargado de la tensión de lo desconocido. La luz tenue seguía proyectando sombras en las paredes, pero ahora esas sombras parecían danzar con una nueva energía, como si esperaran ansiosamente el desenlace de esta conversación.
— ¿Complicado? — preguntó, su voz ahora más suave, casi un susurró.
— ¿Te encuentras bien?
Su preocupación genuina me sorprendió, y por un momento, me sentí abrumado por la calidez de su interés. En un lugar donde la desconfianza y la desesperación eran moneda corriente, su amabilidad era un rayo de luz que iluminaba mi oscuridad. Sin embargo, la realidad de mi situación seguía pesando sobre mí, y sabía que debía ser cauteloso.
— Estoy… tratando de estar bien.
Respondí, sintiendo que cada palabra era un paso titubeante hacia la vulnerabilidad, como si cada sílaba pesara toneladas sobre mi pecho. La verdad era que este lugar, con sus paredes desgastadas y su luz tenue, no era más que un reflejo de mi propia desolación. La atmósfera opresiva me envolvía, y el aire parecía cargado de un silencio que gritaba mis inseguridades.
El chico me miró fijamente, sus ojos profundos como pozos oscuros, intentando descifrar no solo mis palabras, sino la historia que se escondía detrás de ellas. En ese instante, comprendí que, aunque la incertidumbre me rodeaba como una niebla espesa, tal vez había encontrado un aliado inesperado en este laberinto de sombras. Pero, ¿qué significaba realmente tener un aliado en un lugar donde la tristeza parecía ser la única constante?
— Así reciben a todos los nuevos anfitriones antes de la inspección. — Dijo, su voz cortante como el cristal roto.
— No eres muy guapo. Creo que están buscando una opción más barata, aunque no es algo que el dueño haría normalmente.
Sus palabras, que resonaron en el aire como un eco cruel, me dejaron paralizado. ¿Se trataba de una especie de malentendido? Yo solo era una persona que pasaría una sola noche en este lugar, un alma perdida en un mar de desolación. Definitivamente era una confusión. Sin embargo, su comentario sobre ser “barato” se clavó en mi orgullo como un puñal, abriendo una herida que creía cerrada. La tristeza se mezclaba con la rabia, y una sensación de impotencia me invadía.
Miré a mi alrededor, las sombras danzando en las esquinas, como si se burlaran de mí. Este lugar, con su aire rancio y su luz mortecina, parecía absorber toda esperanza, dejándome con un vacío que se expandía en mi interior.
La idea de ser solo una opción más, un rostro anónimo en un mar de indiferencia, me llenaba de una melancolía profunda. ¿Qué había hecho para merecer este destino? La respuesta se desvaneció en el aire, como un susurro olvidado.
—No… En realidad…
Mis oraciones fueron interrumpidas cuando el joven frente a mí puso un dedo sobre sus propios labios y emitió un sonido similar al que hacen las serpientes — Shhh. — Después de eso, se escucharon los pasos de una persona acercándose por el pasillo exterior.
— Regresa y acuéstate, me esconderé en el baño. Finge estar dormido.
Tuve mucho miedo ante sus palabras, pero hice lo que me dijo extrañamente. Tras unos minutos de estar ambos en silencio escuché las pisadas acercándose nuevamente, en esta ocasión eran más pesadas.
— ¿Y bien? ¿Es competente para el trabajo?
— No es tan atractivo como nos habían dicho, es muy flaco y su piel es muy pálida, pero tiene un buen rostro y parece una persona diligente.
— Bien, lo veremos mañana para la encomienda que podemos asignarle.
— Sí, señor.
Definitivamente, una de las voces era la de Bob, pero ¿a quién pertenecía la otra? Mis pensamientos se volvieron un poco confusos, mientras mi corazón golpeaba mi pecho aceleradamente. [Bum, bum, bum.] Mis ojos no se despegaron de las sombras debajo del espacio entre la puerta.
Después de unos segundos, ambas pisadas se fueron alejando y nuevamente el invitado no deseado salió del baño tratando de no hacer ruido.
— Te lo dije, este no es un refugio para los Omega vulnerables.
Mi mente se quedó en blanco y mi cuerpo comenzó a temblar. ¿Qué debería de hacer ahora?
Salir de aquí, esa debía ser mi máxima prioridad.
— ¿Cómo puedo salir de aquí? — Pregunté, mi voz temblando con un miedo palpable, mientras el joven frente a mí lucía una expresión desinteresada, como si mi angustia fuera solo un ruido de fondo en su vida. Bostezó, como si la desesperación que me consumía no fuera más que una trivialidad.
— No puedes. — Respondió con una frialdad que me heló el alma.
— Solo haz lo que ellos te digan y no saldrás lastimado. Créeme, eso es lo mejor que puedes hacer.
Fueron las últimas palabras que me dirigió antes de salir a hurtadillas de la habitación, dejándome solo con la sensación de un abismo que se abría bajo mis pies. La soledad me envolvió como una manta pesada, y mi corazón latía con una urgencia tal que parecía querer salir disparado de mi pecho, como un pájaro atrapado en una jaula.
Apresuradamente, hurgué en mis pertenencias, mis manos temblorosas buscando el teléfono celular. Un foco rojo parpadea, advirtiendo que la batería estaba por debajo del cinco por ciento. Pero eso no importaba; solo necesitaba hacer una llamada, aunque el pensamiento de hablar con él me llenaba de una mezcla de rabia y desesperación. Ese maldito loco desquiciado.
Después de varios intentos, el tono de la llamada finalmente se enlazó, y una voz familiar, cargada de desdén, resonó al otro lado del auricular.
[¿Qué sucede, pequeño Jian? ¿Me llamas para darme las gracias por ser tan considerado contigo?]
—¡¿Acaso estás loco?! — Grité, sintiendo cómo la frustración se desbordaba. — ¡Me dijiste que podría dormir en este lugar! ¡¿Cómo fuiste capaz de venderme?!
[¿Vender?... ¿De qué estás hablando, Jian? Fue muy problemático conseguir quien pagara tu deuda. ¿Es así como me agradeces?]
— ¿Un empleo dices?... ¿Llamas a esto un empleo? — Mi voz se quebró, la incredulidad y el dolor se entrelazaban en cada palabra.
[Tienes un buen cuerpo, si sabes cómo usarlo, conseguirás dinero suficiente para pagar tu deuda. Incluso podrás cobrar mucho más dinero con esa carita bonita. De todas formas, tú ya no eres mi problema. Te deseo suerte.]
Las palabras resonaron en mi mente como un eco cruel, cada sílaba un recordatorio de mi impotencia. La desesperación se apoderó de mí, y la realidad se tornó aún más oscura. Estaba atrapado en un juego que no elegí, un peón en un tablero donde las reglas eran crueles y el destino, incierto. La soledad y el miedo se entrelazaban, y en ese instante, comprendí que la lucha por salir de este lugar era solo el comienzo de una batalla mucho más profunda.
[Bip… Bip…]
‘¡Maldito imbécil!’
La llamada terminó de manera abrupta, como un golpe seco que resonó en el aire. En ese instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe, y una sombra de gran tamaño ingresó al diminuto espacio. Era Bob.
— Yo… Lo siento, no quise hacer ruido.
Murmuró, su voz grave y tensa llenando el ambiente.
La expresión de Bob era seria, casi sombría. Pasó de largo, dirigiéndose al pequeño baño, y miró hacia la ventana que estaba cerrada, como si esperara que algo o alguien se asomara desde el exterior.
— Muchacho, ¿pasó algo? — preguntó, con su tono cargado de preocupación.
— Se volvió muy ruidoso de la nada, y eso incomoda a los clientes. Mañana el jefe quiere conocerte. No hagas un escándalo hasta hablar con él.
En ese momento, me paralice como una piedra, incapaz de moverme. Una sensación abrumadora me capturó, como si una serpiente estuviera envolviéndome, apretando cada vez más hasta el punto de estrangularme. La atmósfera aterradora que me rodeaba provenía de la parte exterior de la habitación, un aire denso y opresivo que parecía tener vida propia.
Una oscura feromona se filtró sutilmente dentro del espacio, y durante unos segundos, me fue imposible respirar. Esa sensación era repulsiva, como si el aire estuviera impregnado de desesperación y miedo. ‘¿Quién es?’ me pregunté, pero la respuesta se desvanecía en mi mente. No, no deseaba mirar más allá de mi nariz, no quería enfrentar lo que acechaba en la penumbra.
‘¡Por favor, detente!’ Imploré en silencio, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí, como un manto pesado que me oprimía el pecho.
En ese momento, mi visión se volvió oscura, como si una cortina de sombras cayera sobre mis ojos, y mi conciencia abandonó la realidad. La última imagen que retuve fue la de Bob, su figura difusa y distante, antes de que todo se desvaneciera en un abismo de confusión y terror. La soledad y el miedo se convirtieron en mis únicos compañeros, mientras caía en un vacío del que no sabía si podría regresar.
***
Kommentare