La sensación de opresión invade mi pecho, como si un peso insoportable se hubiera instalado en mi corazón.
¿Alguna vez has deseado algo con todas tus fuerzas? Al punto de estar dispuesto a sacrificarlo todo por alcanzarlo. En mi infancia, miraba a las princesas de los cuentos de hadas y las envidiaba creyendo que eran afortunadas por contar con un hada mágica que, con un simple movimiento de su varita, podía transformar sus vidas en algo extraordinario.
Recuerdo las noches en que me sentaba junto a la ventana, observando el cielo estrellado, con la esperanza de que una de esas estrellas descendiera y se convirtiera en una hermosa hada regordeta y mágica. En esos momentos, mi corazón latía con fuerza, lleno de anhelos y sueños que parecían tan cercanos, tan palpables.
Pero con el paso de los años, ese anhelo se fue desvaneciendo, como el eco de una risa lejana. Los cuentos son solo fantasías, y las hadas, al igual que la magia, son ilusiones que se desvanecen al amanecer. Ojalá hubiera comprendido esto antes, así no habría desperdiciado tantas noches mirando al cielo, conteniendo un grito de auxilio en mi garganta, un grito que nunca se atrevió a salir.
En mi soledad, mi mente comenzó a clamar con desesperación por algo mágico, algo sobrenatural que pudiera cambiar mi vida. No me importaba qué rumbo tomará mi historia, sólo deseaba que fuera mejor, que esta existencia sombría que me ahoga.
Mis ojos se humedecieron, y una fría brisa recorrió mi piel, intensificando la sensación de vacío que me envolvía. ¿Moriré aquí, en este lugar olvidado por el tiempo?
La opresión se convirtió en una pesada roca cuando fui consciente de mis pensamientos, y aunque mi mente errática intentó rechazarlos, la verdad se aferró a mí con fuerza. A decir verdad, estaba seguro de que nadie lloraría mi recuerdo. Mi vida, un susurro en la inmensidad del universo, se desvanecerá sin dejar rastro, como un sueño que nunca se cumplió.
¿Cómo viven los demás su día a día? ¿El miedo es una constante en sus vidas? Para mí, lo es. He enfrentado el miedo innumerables veces, así como la angustia y la tristeza que se entrelazan en mi ser. Sin embargo, solo he logrado mantenerme en pie, negociando con mi cuerpo para que no colapse, para seguir adelante a pesar de todo.
Con cada experiencia desgarradora, mi mente se ha vuelto escéptica, un refugio de desconfianza donde la esperanza se ha convertido en un eco distante. Aun así, intenté ser hipócritamente optimista, aferrándome a la ilusión de que las cosas podrían mejorar. En esos momentos, la voz de mi padre resonaba en mi mente, recordando que era una desgracia para él, un recordatorio cruel que se clava como un cuchillo en mi corazón.
Recuerdo el día en que fui abandonado, arrastrado en contra de mi voluntad hacia un mar profundo y oscuro, donde el agua densa me succionaba con una fuerza implacable. En ese instante, mi conciencia regresó, y sentí mi corazón golpeando con desesperación en mi pecho, anhelando que algo extraordinario ocurriera, que una chispa de salvación me liberara de este destino sombrío.
Pero la realidad me oprimía con una densidad aplastante, como si cada respiración fuera un esfuerzo titánico.
— La magia no existe. — Susurré, para mí mismo, una verdad amarga que se instaló en mi pecho, recordándome que no hay hadas que vengan a rescatarme, solo la fría y cruel realidad que me rodea.
***
— Toma mi mano. Si ya dejaste de creer, te demostraré que puedes confiar en mí.
‘¿Por qué este loco está hablando conmigo?’
Mis ojos se fijaron en la expresión de ese extraño. Lo escaneé de abajo hacia arriba, tratando de entender sus intenciones.
Frente a mí, una mano tan hermosa, libre de erosiones o cicatrices, se extendía con una confianza desconcertante. ¿Cómo podía alguien vestido con ropas tan pulcras estar en este lugar, impregnado del hedor a basura y fluidos corporales, manteniendo esa expresión gentil por mi culpa? Era absurdo, casi surrealista, pero su mano seguía ahí, firme y decidida.
— ¿Por qué crees que alguien como yo está en un lugar así? — Pregunté, intentando reafirmar mi identidad ante este extraño que parecía tan fuera de lugar. Quería que supiera que no era una víctima fácil, que alguien como yo no se rendiría tan fácilmente. Pero las palabras que salieron de su boca me dejaron atónito.
— Te busqué por mucho tiempo. No quiero perderte de nuevo.
‘¿Qué diablos estás diciendo?’
Intenté levantarme, pero mis piernas temblaban como gelatina, incapaces de obedecerme. La frustración me invadió; lo mejor sería que este tipo llamativo se marchara de aquí. Este lugar es un imán para personas peligrosas, siempre en busca de una víctima vulnerable.
— …
Lo miré con la intención de maldecirlo, pero mi garganta se obstruyó, y las palabras se quedaron atrapadas en mi pecho, como si una fuerza invisible me impidiera hablar. ¿Por qué era tan atrayente? Mis mejillas ardían, un calor incómodo me llenó de vergüenza en ese instante.
— Tu vida es importante. Para mí, eres importante. Así que si ya has renunciado a todo, déjame darte una razón para seguir aquí.
Sus palabras resonaron en mi mente, como un eco que reverberaba en un abismo de dudas. Algo en su tono, en su mirada, sugería que este momento podría cambiar el rumbo de mi historia de una manera que nunca había imaginado.
¿Era algo bueno? ¿Era algo malo? La incertidumbre me envolvía, y la pregunta se instaló en mi mente como un susurro inquietante. No lo sé. Todo lo que podía sentir era una mezcla de esperanza y miedo, un tira y afloja entre el deseo de aferrarme a esta nueva posibilidad y el temor de que, al final, solo fuera otra ilusión destinada a desvanecerse.
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