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(11) Profundo capítulo 2

Foto del escritor: Karla PeñalosaKarla Peñalosa

La lucidez volvió a mí con una bofetada ardiente en mi cuello. Luché por levantar la cabeza, pero todo giraba a mi alrededor. En medio de los susurros cada vez más estridentes, pude distinguir varios pares de zapatos que rodeaban mi cuerpo. 


- ¡Director Park Yoo! Ya le advertí que este lugar no ofrece ese tipo de servicios.


- ¿Acaso la Sra. Stone no se avergüenza de tener un empleado como este? ¡Tendrá que enfrentar las consecuencias!


- ¡Chicos, tranquilos! El Director Park Yoo ha terminado su negocio aquí.


- Puedes recordar mi nombre, esto no ha terminado todavía!


La voz de Emma resonó en el aire, un eco de preocupación que se entrelazaba con el silencio opresivo de la habitación. Intenté incorporarme, pero mis brazos se sentían como gelatina, incapaces de responder a mi voluntad. El sudor, espeso y frío, corría por mi piel, empapando mis hombros y espalda, como si el ambiente mismo estuviera cargado de una tristeza palpable. La luz tenue que entraba por la ventana iluminaba el polvo suspendido en el aire, creando un ambiente casi irreal, un mundo donde el tiempo parecía haberse detenido.


Mi mano, temblorosa, cubrió la herida en mi cuello. Al mirarla, vi cómo la piel de la palma estaba manchada de sangre, un rojo intenso que contrastaba con el blanco pálido de mis dedos. 


‘Oh’. 


— ¡Llévale fuera del ojo de los clientes! ¡Dios mío! ¡¿Jian?! 


La urgencia en su voz me hizo cuestionar si debía decir algo, cualquier cosa, para cambiar esa preocupación que la envolvía. Emma, una figura que nunca había visto antes, era un Alfa diferente. A pesar de su poder, había en ella una justicia innata, una calidez que iluminaba la penumbra de mi estado. Su trato gentil era un bálsamo en medio de mi tormenta interna.


— Estoy bien, estoy bien.


— ¡Good! ¡My dear! Oye, ¡dame eso! Jian, no sueltes esto, ¿sí? Sujétalo fuerte.


Emma sonrió, una luz en medio de mi oscuridad, mientras guiaba mi mano hacia la herida. Un pedazo de tela, fresco y limpio, se presionó contra el agujero en mi cuello, que no dejaba de sangrar. La presión era un recordatorio de la realidad, un ancla en un mar de confusión.


— ¡Levántalo! ¡Rápido!


Sentí mi cuerpo más ligero, como si una brisa suave hubiera barrido parte de mi pesadez. Al principio, fue difícil mantener mi mano en su lugar, pero noté una fuerza adicional que me ayudaba a presionar con firmeza. Quería abrir los ojos, pero mis párpados se sentían como si estuvieran sellados con plomo.


— Lo siento, señor, sí, sí. No, fue mi error, el joven no debía de haber estado allí. Sí, me encargaré, jefe.


Con esfuerzo, levanté los párpados lentamente. Un ardor recorrió mi nariz cuando el aroma a desinfectante se infiltró en mis fosas nasales, un olor que me recordaba la fragilidad de la vida. Emma estaba hablando por teléfono, su expresión distorsionada por la preocupación. A pesar de la tensión en su rostro, había una belleza innata en ella, una cualidad que brillaba incluso en medio de la angustia.


— Señorita… Emma. — Susurré, y sus ojos se giraron hacia mí, iluminándose con una dulzura que me reconfortó.


— Dear, estaba tan preocupada. Ese maldito te quiso hacer una marca de feromona a la fuerza. No obstante, casi te perfora una arteria, fue realmente peligroso. ¿Te sientes un poco mejor?


— Ugh…


Asentí lentamente, un movimiento que se sintió como un esfuerzo monumental. Quería decir “lo siento”, pero mi garganta estaba tan seca que cada palabra se convertía en un desafío doloroso. Además, la piel de mi cuello escocía, como si cada latido del corazón recordara la herida que aún me mantenía anclado a esta realidad.


— Descansa, cariño. Cielos, ¡ese bastardo! Espera un poco y verás cómo pateo su trasero de un millón de wones.


Las palabras de Emma se derramaron como un torrente, y mi piel se erizó, un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Estaba tan cansado que seguir el ritmo de la conversación se sentía como un esfuerzo titánico; mi cabeza estaba llena de aire caliente, y era difícil ser consciente de lo que pensaba o sentía.


Dormí durante lo que pareció una eternidad. Era la primera vez que experimentaba la sensación esponjosa de un colchón, y mi cuerpo se hundió en él, como si estuviera atrapado en un abrazo cálido. Mi cabeza se sentía pesada, incapaz de separarse de la almohada, como si cuerdas invisibles me ataran a la cama.


Tres días habían pasado desde el incidente. Cuando finalmente me dirigí al baño, vi mi rostro en el espejo. ¿Realmente me veo así? Un cuerpo flaco, surcos profundos debajo de los ojos y un grueso vendaje que cubría mi cuello. Estoy vivo, pero mi cuerpo es un desperdicio por completo.


Estaba acostumbrado a este sentimiento, pero verlo tan claro en mi reflejo me hizo sentir como si mi pecho se hundiera en el fondo de un agua densa y pesada. Miré el reloj en la pantalla de mi teléfono celular. Eran las 7:20 de la noche. Antes de poder salir de la habitación, la puerta se abrió suavemente.


— ¡Hwan Jian! — Gritó Junseo, su cuerpo se movió rápidamente y sus brazos delgados rodearon mi cintura, su rostro quedó enterrado en mi pecho.


— ...


— ¿Estás bien? ¡Tu rostro está muy pálido! Estábamos realmente preocupados. 


Cuando desvié la mirada, me encontré con unos ojos hinchados. ¿Estuvo llorando? La preocupación en su expresión era palpable, y eso me hizo sentir un nudo en el estómago. Junseo se apartó de mí y avanzó hasta una de las cajoneras de la habitación, hurgando dentro de ella con una urgencia que me hizo sentir aún más vulnerable. Su preocupación era un recordatorio de que, a pesar de mi estado, había quienes se preocupaban por mí, y eso, en medio de mi desolación, era un rayo de luz.


— Toma, este es tu nuevo uniforme. Intenté lavar tu viejo uniforme, pero la sangre estropeó la tela. Vamos, estoy seguro de que tienes hambre, ¿no?


No lo pensé antes, pero en ese instante, mi estómago pareció cobrar vida. Cuando pronunció la palabra “comida”, un gruñido resonó desde lo más profundo de mi abdomen, un recordatorio de que, a pesar de todo, aún había necesidades básicas que atender. El uniforme que me entregó parecía ser de una talla más grande que la mía. Al ver la etiqueta impresa en la parte inferior de la chaqueta, leí la misma talla de ropa que solía usar, lo que me hizo sentir una punzada de nostalgia.


Al salir de la habitación y caminar por el corredor interior de empleados, un aroma fragante despertó mis sentidos. Woow, realmente huele muy bien. Al llegar al comedor, vi a Jean trabajando en la cocina.


— ¡Hwan Jian!


Jean, que sostenía una cuchara grande, me miró y de inmediato gritó mi nombre. Al mismo tiempo, los ojos de los empleados que estaban allí se giraron hacia mí. Todo el lugar quedó sumido en un pesado silencio, y sentí las miradas de los empleados punzando en mi espalda, como si cada uno de ellos estuviera evaluando mi estado.


Un plato de sopa de papas fue colocado frente a mí, y el aroma era tan tentador que sentí que mi boca se llenaba de saliva, un deseo primario que había estado reprimido durante días.


[¡Puck! ¡Puck!]


— ¡Hwan Jian! — Junto con los pasos acelerados que resonaron en el lugar silencioso, escuché el grito de una persona conocida. Minjoon entró corriendo y se quedó de pie a pocos centímetros de mí.


— ¡Tú! ¡Tonto! ¡Estamos muy preocupados! ¿Por qué no me dijiste que ya habías despertado?

— Minjoon golpeó suavemente la cabeza de Junseo, quien se frotó la cabeza y reprochó.


— ¡Oye! Acaba de despertar y ¿no es mejor que coma algo?


Minjoon, que miró a Junseo con ojos feroces, se sentó a mi lado, su presencia era un alivio en medio de la tensión.


— Maldición, oye Jean, ¿aún tienes salchichas salteadas?


La calidez de sus palabras y la preocupación en su voz me hicieron sentir un poco más humano, un poco más vivo. En ese momento, rodeado de amigos y el aroma reconfortante de la comida, la oscuridad que había estado acechando en mi mente parecía desvanecerse, aunque solo fuera por un instante.


Jean asintió mientras ordenaba a un cocinero que sirviera una ración de guarnición. Cuando el plato fue colocado frente a Minjoon, el aroma de las especias era muy fragante. Miré el plato lleno de jugo con trozos de salchichas. 


— ¿Eh? ¿Comes solo sopa? Por eso es que estás tan flaco. Eso no te hace bonito, toma, come esto. — Susurró, y me extendió el plato de salchichas salteadas. 


— Umm. 


Realmente el sabor era lo mejor, sin darme cuenta, terminé por completo dos platos. 


— Sabes, la señorita Emma se molestó mucho por ese idiota que te atacó. Supe por los empleados de seguridad que el cliente fue echado y armó un alboroto, pero Emma estaba furiosa, así que no tuvo más remedio que irse.


— ¿En serio?


— ¡¿En qué estaba pensando ese imbécil?! ¡Morder tu cuello! Hubiera sido terrible. 


Minjoon susurró, apretando los palillos en su puño con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.


— ¿Realmente estás bien?


— Sí, después de comer me siento bien. 


Susurré, aunque en el fondo sabía que mi cuerpo aún estaba en estado de shock. La idea de que un Alfa quisiera marcar a un Omega era aterradora, como si estuvieran poniendo una cadena alrededor de mi cuello.


La marca de feromona es algo que provoca que el cuerpo del receptor se vuelva genéticamente compatible con la feromona Alfa. Es como una adicción que se desata dentro del cuerpo Omega, haciéndolo incapaz de recibir la feromona de otra persona. Hacerlo sería como sufrir una severa intoxicación.


Al principio, se estudió el origen de la marca y su propósito. Sin embargo, algo extraño se convirtió en un pasatiempo perverso: había personas con rasgos Alfa que marcaban a los Omega durante su ciclo de celo, restringiendo su feromona. Eso era como una tortura para el Omega, quien, al verse privado de la feromona de su compañero, caía enfermo.


Ver el cuerpo retorciéndose de dolor era un placer retorcido que provocaba satisfacción en mentes llenas de perversidad. Ese hombre, pensé, quería hacerme lo mismo.


La sensación de los colmillos enterrándose y desgarrando mi piel era tan vívida que, incluso ahora, podía imaginar que ese hombre estaba de pie detrás de mí. Mis manos recorrían constantemente la piel de mi cuello, como una forma de asegurarme de que nada estuviera enterrado en mi piel.


— ¿Aún estás asustado? — preguntó Emma al verme. 


Estaba tan asustado que pensé que iba a morir. Todo había pasado tan rápido que los síntomas del shock apenas comenzaban a manifestarse.


— Maldición. — Escupió Emma, sus ojos fijos en mí. Su delgada mano barrió suavemente la piel de mi mejilla, un gesto que, aunque tierno, no podía disipar la tormenta de miedo que aún rugía en mi interior.


— Eres tan lindo que atraes a las moscas. Realmente fue mi error. No debí creer que podías manejar a esos bastardos.


A diferencia de su voz suave y relajada, el tono con el que me habló era frío y carente de elocuencia, una tristeza opacaba su hermoso rostro, como si la preocupación por mí hubiera dejado una marca en su alma.


—Lo siento.


— Trabajarás conmigo. Ese loco, no puedo hacer nada para impedirle la entrada. Entonces, si sales al salón VIP, debes mantenerte alerta, ¿sí?


Sus palabras eran un recordatorio de la realidad que enfrentaba. La idea de tener que estar en constante vigilancia me llenaba de ansiedad, pero también había una chispa de determinación en su voz que me hizo sentir un poco más seguro. Emma estaba a mi lado, y aunque la situación era aterradora, sabía que no estaba solo en esto.


Asentí con calma. Me sentía incómodo porque no estaba acostumbrado a ser tratado de esta manera, miré la oficina de Emma, había libros de cuentas y papeletas esparcidos por todo el interior. Cuando notó mi curiosa mirada, Emma se encogió de hombros y simplemente suspiró.


Me sentí extrañamente reconfortado cuando, gradualmente, el desorden fue desapareciendo. Este era mi trabajo inicialmente, por lo que no era difícil. La rutina, aunque cargada de tensión, me ofrecía un sentido de normalidad en medio del caos.


Regresé en la madrugada a mi habitación. Después de probar por primera vez la comodidad de un colchón esponjoso, me di cuenta de lo difícil que sería conciliar el sueño en la delgada colchoneta del futón. La suavidad del colchón me había envuelto en un abrazo cálido, pero mi mente seguía agitada.


Saqué del bolsillo de mi pantalón la pequeña navaja que Minjoon me había entregado hace un par de horas. 


‘Es un regalo. No está permitido tenerlo dentro del casino, pero si alguien te quiere atacar, debes defenderte. Entiérralo con todas tus fuerzas y corre.


Hubiera sido mejor no aceptar la navaja, pero sus manos temblaron al recordar lo fácil que fue para esa persona agredirme. La imagen de su rostro, lleno de malicia, aún estaba grabada en mi mente.


— Madre, ¿es porque fui un mal hijo que estoy siendo castigado? ¡Puaj! Esto es difícil.


Una pesada sensación de tristeza consumió mi pecho. No estaba sangrando, y mi herida estaba casi curada por completo. Aun así, el dolor que me golpeaba era insoportable, como si una bola de fuego caliente estuviera ardiendo desde el interior. 


Mis mejillas se empaparon de lágrimas, y la soledad se hizo más palpable en ese jodido lugar. La vista se volvió borrosa, el calor que consumía mi cuerpo y el dolor que me presionaba eran sensaciones pegajosas y agotadoras. Cada lágrima que caía parecía llevarse un poco de la carga que llevaba dentro, pero la tristeza seguía ahí, como una sombra que se negaba a desvanecerse. En ese momento, me sentí atrapado en un ciclo interminable de dolor y desolación, sin saber cómo escapar.


***


—¡Hwan Jian! Mírate, muchacho, realmente luces como un desastre.


No podía creerlo. Dos hombres entraron por la puerta principal del salón VIP. Era algo que normalmente no preocuparía a nadie. Sin embargo, uno de ellos era Fox, quien gritó mi nombre, me sujetó del brazo y comenzó a caminar conmigo por el vestíbulo.


— ¡Ha pasado tiempo, niño! ¿Has trabajado bien? Cielos. 


No pude ser consciente de la identidad de la otra persona hasta que Fox dejó de arrastrarme por el pasillo. 


— ¿Tú? — Balbuceé, mi cabeza se sintió pesada y todos mis pensamientos se drenaron como un grifo del que cae un potente chorro de agua. La persona que acompañaba a Fox… era mi padre.


— ¡Sorpresa! ¿Han pasado muchos años desde la última vez, no? — La sonrisa en el rostro de Fox y su voz elocuente me aturdieron.


— ¿Qué…? — Pregunté, pero Fox sonrió con picardía mientras palmeaba el hombro de ese hombre. Mis piernas se debilitaron, y me recargue en la pared detrás de mí, como si necesitara un apoyo físico para sostener el peso de la revelación. Perdí la capacidad de respetar, mejor dicho, olvidé cómo hacerlo. 


Mi cerebro dejó de funcionar y lo único que escuchaba era el fuerte golpeteo de mi corazón: bum, bum, bum. Era como si mi pecho se estuviera a punto de quebrar. La mezcla de emociones me abrumó; la sorpresa, el miedo y una profunda tristeza se entrelazaron en mi interior, creando un torbellino que amenazaba con desbordarse. La figura de mi padre, que había estado ausente durante tanto tiempo, ahora estaba frente a mí, y no sabía si debía sentir alegría o terror.


— ¿No le vas a decir nada a tu padre? 


El hombre que estaba junto a Fox vestía un traje elegante, su rostro estaba limpio y la piel lucía saludable. ¿Cómo? ¿Por qué?


— Usted no es mi padre, mi padre murió hace mucho tiempo. — El hombre frunció el ceño, me sostuvo con fuerza de mi ropa y me sacudió.


— ¡Chiquillo ignorante! ¡Soy tu padre! ¿Eres tan idiota que no sabes a quién tienes enfrente?

— Oh, ¿vas a pelear aquí? El chico sabe quién eres, ¡vamos! ¿No quieres disfrutar de tu dinero? ¡Si ganas, reduciré la tasa de interés para Jian!


— ¿Qué? ¡No puedes hacer eso!


Sujeté el brazo de Fox con desesperación. Había trabajado durante dos años como un perro para poder pagar la deuda que dejó, pero este hombre obtenía dinero fácilmente mientras yo estaba pasando por esto.


— Suéltame, no seas ignorante. Él es tu guardián, deberías sentirte agradecido porque no decidió venderte como anfitrión.


Mi rostro se contrajo, abrí la boca, pero mis palabras quedaron atascadas en mi garganta. La indignación y la rabia burbujeaban dentro de mí, pero no podía encontrar la forma de expresarlas.


— De todos modos, ¿cuánto dinero puedes recibir por este saco de huesos? ¡Ja! Alguien como tú no puede ser mi hijo, fui engañado hasta el final por esa zorra.


[¡Bang!]


Mi cuerpo reaccionó antes de poder ser consciente de mis acciones. Sin embargo, el golpe ni siquiera tuvo la fuerza para hacer retroceder el cuerpo de ese hombre. 

— ¡¿Qué diablos?! ¡Niño idiota!


[¡Bang!]


Mi cuerpo golpeó contra la pared, quedé aturdido por la sensación de calor punzante que tenía en el estómago. Fue en ese momento que la punta del zapato de mi padre golpeó repetidamente mi abdomen. Mi cuerpo se contrajo, y la sensación de náuseas llegó a mi garganta, como si todo el dolor y la frustración que había acumulado en mi interior estuvieran a punto de desbordarse. 


La rabia y la impotencia se mezclaban en mi mente, y aunque sabía que debía defenderme, el miedo me mantenía paralizado. La figura de mi padre, que había sido solo un recuerdo distante, ahora se había convertido en una pesadilla tangible, y cada golpe que recibía era un recordatorio de todo lo que había perdido.


— Oye, viejo, no dañes tu única garantía. Si no puede trabajar, ¿cómo va a pagar su deuda? ¿Eh? — Habló Fox, sujetando el brazo del hombre que me golpeaba. Los golpes se detuvieron, pero el aire seguía cargado de tensión.


— Hiwan Jian, debes ser más inteligente. Agacha la cabeza y no hables, ¿entendiste?


Su voz resonó cerca de mi oído, como un eco que se negaba a desvanecerse. Momentos después, sentí una gran quemazón en el dorso de mi mano.


— ¡Ahhh!


Miré mi mano, horrorizado. El cigarrillo que Fox tenía en la boca estaba siendo presionado contra mi piel. Me retorcí, pero su mano libre sujetó mi muñeca con una fuerza inquebrantable. No pude moverme mientras la colilla caliente se frotaba contra mí, el dolor se intensificó, y la sensación de impotencia me invadía.


— Vamos, ¿no me decías algo del juego de números? 


La presión en mi muñeca se alivió un poco, pero las voces que conversaban palabras al azar comenzaron a sonar a la distancia, como si estuvieran en un mundo separado del mío. Intenté moverme, pero mi estómago estaba dolorido, una punzada de náuseas me recorrió.


[¡Buagh!]


El ácido gástrico, manchado de sangre, manchó la sala del corredor. Me limpié la boca bruscamente con la manga de la chaqueta de mi uniforme, sintiendo la mezcla de vómito y sangre en mi piel. La asquerosa realidad de mi situación se hizo más palpable, y me recargue en una pared, levantando mi trasero del suelo, buscando un poco de apoyo.


La combinación de dolor físico y emocional era abrumadora. Cada golpe, cada insulto, cada momento de humillación se acumulaba en mi interior, y la desesperación se convertía en un grito silencioso que resonaba en mi mente. La figura de mi padre, que había sido solo un recuerdo distante, ahora se había convertido en una pesadilla tangible, y cada golpe que recibía era un recordatorio de todo lo que había perdido. La lucha por mantenerme en pie se volvía cada vez más difícil, y la sensación de que todo estaba fuera de control me llenaba de terror.


El dolor punzaba como una bola de fuego que atravesaba mis entrañas, y caminar erguido se volvió insoportable. Mis ojos estaban llenos de lágrimas contenidas, y el dolor que me atravesaba era una sensación diferente a lo físico, pero mucho más brutal.


Me arrastré hasta la salida trasera, presionando mi cuerpo contra la puerta de metal que se abrió lentamente. El viento frío y la brisa de la lluvia empapando mi ropa rápidamente, un alivio momentáneo que contrastaba con el ardor en mi interior.


La escalera de metal de emergencia era un lugar que nadie frecuentaba. Subí un par de escalones y, finalmente, me desplomé en el subnivel.


—¡Puaj!


Dejé escapar un jadeo cuando mi abdomen golpeó el metal de la escalera. Sentí como si mis costillas crujieron bajo el impacto. La lluvia empapó mi ropa y cuerpo por completo, y la sensación fría calmaba el calor que me consumía, aunque solo por un instante.


Mis dientes emitían un chirrido, y a pesar de la fría lluvia, mis mejillas estaban empapadas de agua salada, tibia. Mis puños golpearon la superficie de metal una y otra vez, y ni siquiera al ver la piel de mis manos desgarrarse y sangrar sentí dolor. La frustración y la rabia se manifestaban en cada golpe, pero la sensación de vacío en mi pecho era aún más abrumadora.


‘¿Debería matarlo? No, mi madre que me ve desde el cielo estará triste si me convierto en un delincuente’.


— Madre, esto es muy difícil…


[¡Bang!]


Brinqué cuando un golpe resonó en la estructura de metal. 


— ¡Oye! Este no es lugar para que pierdas el tiempo.


Era un hombre que vestía un uniforme de seguridad del casino. Caminó hacia mí y me tiró del brazo con fuerza. Mi cuerpo crujió, el dolor se volvió más agudo y mis entrañas parecían estar desgarrándose con cada movimiento.


Fui arrastrado al interior del casino, la luz brillante y los sonidos ensordecedores del lugar contrastaban con la oscuridad y el silencio que había encontrado en la escalera. La sensación de ser devuelto a ese mundo lleno de caos y desesperación me llenó de pánico. Cada paso que daba hacia el interior era un recordatorio de que no podía escapar, de que estaba atrapado en un ciclo del que no sabía cómo salir.


 — Cielos, ¿por qué los chicos como tú son tan problemáticos? — Abrí mis ojos, y la persona frente a mí no la recordaba. 


— ¿Quién eres? — Le pregunté, pero no respondió. Su mirada era dura, y la forma en que me observaba me hacía sentir como si estuviera siendo evaluado, como un objeto en lugar de una persona.


— Cambia esa ropa mojada y límpiate un poco, tienes trabajo. Sucede que te estan buscando. 


Mi cuerpo parecía a punto de resquebrajarse, pero eso no importó. La fatiga y el dolor eran abrumadores, pero la presión de la situación me empujó a actuar. Fue complicado para un cuerpo roto cambiarse de ropa; cada movimiento era un recordatorio de la paliza que había recibido. Cuando finalmente terminé, el personal de seguridad tiró la ropa sucia en un bote de basura, como si desechara algo sin valor.


— ¿De qué debo encargarme? Aún no es mi horario de trabajo. — Dije, tratando de mantener la voz firme, pero la incertidumbre se filtraba en mis palabras. La persona que me miró con la expresión fruncida solo me respondió:


— Es una orden del jefe, un cliente pidió por ti.


Sus palabras me dejaron frío, como si un cubo de agua helada hubiera sido derramado sobre mí. En ese momento, mis piernas perdieron su fuerza y las rodillas se doblaron, dejándome caer al suelo.


— ¡Puag! — Me sujeté el estómago, sintiendo que en cualquier momento mis intestinos saldrían. La mezcla de miedo y náuseas era abrumadora. La idea de ser llamado por un cliente, de ser utilizado nuevamente, me llenaba de terror. La desesperación se apoderó de mí, y el mundo a mi alrededor comenzó a girar. 


La presión en mi pecho aumentaba, y la sensación de que todo se desmoronaba a mi alrededor era casi insoportable. La lucha por mantenerme en pie se volvía cada vez más difícil, y la realidad de mi situación se hacía más palpable. No sabía cómo iba a enfrentar lo que venía, pero sabía que no tenía otra opción.


— ¿Eres un idiota? Tienes trabajo que hacer, aunque sea difícil. ¡Maldición! No me pagan por ser niñero.


— ¿Emma? ¿La señorita Emma sabe de esto? — Mi brazo fue sujetado y mi cuerpo fue levantado de un tirón, mis costillas, que parecían estar rotas, comenzaron a punzar dolorosamente.


— ¿Qué importa eso? — Es una orden directa del jefe, incluso si esa mujer no está de acuerdo, no puede hacer nada. 


La sensación de ansiedad parecía un petardo a punto de estallar en mil pedazos. Fui arrastrado hasta la puerta de una sala VIP, mi mente estaba confusa y mi corazón latía a gran velocidad.


— Es aquí, haz bien tu trabajo y no lo eches a perder. 


— ¿Eh?


Cuando la puerta se abrió, el hombre con uniforme de seguridad del casino me empujó hacia dentro. Fue una sala de póker privada, un lugar donde los clientes VIP reservan apuestas ilegales especiales. Sabía de su existencia, pero nunca había tenido la desgracia de entrar en una.


Mi nariz comenzó a punzar cuando algo espeso, pero invisible, comenzó a pegarse a mi cuerpo. Aunque no podía oler la feromona, mi cuerpo estaba siendo presionado, no por una, ni por dos, eran fácilmente las feromonas de cuatro personas. La atmósfera era densa, cargada de una tensión que se podía cortar con un cuchillo, y el aire estaba impregnado de un hedor que me hacía sentir vulnerable y expuesto.


Al caminar, la sala estaba iluminada tenuemente, pero la luz se amplificaba en la larga mesa de juegos de cartas, donde el destino de las almas se decidía en un par de manos. 


— Nuestro niño bonito ha llegado. — Dijo una de las personas dentro de la habitación. Cuando alcé la mirada, en uno de los sillones, estaba esa persona, el hombre que me agredió en el pasado. Su sonrisa era una mueca cruel, como si disfrutara de mi sufrimiento.


— Ha pasado mucho tiempo, ¿qué pasa con los empleados de hoy? Dejar al cliente esperando. — Fue la voz de otra persona, un tono despectivo que resonaba en mis oídos. Había cuatro hombres dentro de la sala, más un camarero que servía las bebidas en un bar independiente al fondo de la habitación, su presencia era un recordatorio de que estaba atrapado en un mundo donde la humanidad se había desvanecido.


— Camina, no quiero perder más el tiempo. 


Ordenó uno de ellos, su voz era un látigo que cortaba el aire.


Con cada paso que daba, mi pecho era golpeado fuertemente por el bum, bum, bum de mi corazón, un tambor que marcaba el ritmo de mi desesperación. La sala se sentía como una trampa, y el sudor frío comenzaba a acumularse en mi frente. 


Llegué hasta la zona del crupier, miré las cartas y las tomé con mis temblorosas manos. La textura del papel era un recordatorio de la fragilidad de mi situación. Cada carta que sostenía era un símbolo de la ruina que me esperaba, y el miedo se apoderaba de mí, como un depredador acechando a su presa. La presión de los hombres a mi alrededor era palpable, y sabía que cualquier error podría costar más que solo el juego; podría costarme la vida.


 — Mira eso, mi chico favorito se metió en una pelea de perros. 


— ¡Ah! — Gemí, cuando mi mentón fue sujetado firmemente por las manos del hombre, mi cara giró de un lado a otro. 


— Esto es igual a dañar una mercancía antes de entregarla al cliente. 


— Director Park Yoo, el chico está temblando de miedo, ja, ja, ja. 


— No tienes por qué tener miedo, al contrario, si trabajas diligentemente, ganarás mucho dinero. — Dijo el Director Park Yoo, al momento siguiente, el agarre en mi barbilla, se liberó, la sensación dolorosa de mi estómago se iba agudizando conforme mis manos se movieron para revolver las cartas. 


— Sus… apuestas… Se cierran apuestas. 


Mis extremidades se volvieron más pesadas, incluso el estar de pie resultaba difícil de soportar, mi cuerpo se encorvó para evitar la tensión abdominal. 


La sonrisa se extendió en el rostro del Director Park Yoo, fruncí el ceño cuando mi visión se volvía borrosa por tiempos, mis oídos parecían escuchar un silbido, intenté mantenerme firme y traté de levantar mis brazos para poder lanzar las cartas.


— Tienes una expresión como si fueras a llorar en cualquier momento, sería muy lindo verte llorar.  — Su mano se acercó a mí, la yema de sus dedos barrió mis dedos que estaban sujetando las cartas. 


— Señor, está prohibido tocar las cartas. 


Dije eso, pero los hombres que estaban alrededor solo soltaron una carcajada. 


El primer juego pasó rápidamente, seguido de otro y otro, perdí el sentido del tiempo porque estaba comenzando a marearme. Mi cuerpo comenzó a sentir mucho calor, gotas de sudor se deslizaban por la piel de mi cuello, a pesar de que mi estado era evidente, los hombres que estaban allí siguieron soltando feromona Alfa y jugando, fue como burlarse del estado de una persona herida siendo afectada por una lluvia de feromona.


— ¿Esté fue el niño que no pudiste marcar? Park Yoo. — Dijo uno de los hombres de la mesa mientras jugaba. 


— Sí, realmente fue inesperado, quería ver ese rostro llorar tan lindo, pero se movió y al final, no pude hacerlo. ¿Debería de volver a intentarlo?—  Fueron las palabras de Park Yoo, quien me miró y con su dedo acarició la piel sudada de mi cuello. Esas palabras, tan perversas, las dijo como si estuviera hablando del clima.


— ¿Eso quiere decir que ya probaste al chico? ¿No tiene nada de especial, cierto? Si lo ves detenidamente, incluso parece tener desnutrición, ¿cogiste a un costal de huesos?


— Pfff. — La risa del Director Park Yoo me dio escalofríos. La conversación, en la que relataban el deseo de hacerme cosas impensables, me tenía al borde de un abismo. 


— Míralo, ¿niño lindo, acaso te orinaste en tus pantalones de miedo? Ja, ja, ja. — Mi rostro empapado de sudor frío se contrajo, sentí la ropa del uniforme del casino empapada y pegándose a mi cuerpo. 


— Por cierto, ¿no llevamos mucho tiempo esperando el juego principal? — Una sensación de urgencia me invadió cuando las palabras del Director Park Yoo perforaron mis oídos. 


— Pagué mucho dinero al Presidente para poder terminar lo que dejamos aquella vez. 


[¡Bang!]


Intenté huir, pero mis piernas no respondieron, como si estuvieran atrapadas en un lodo espeso. Mi cuerpo golpeó el suelo, y la presión de las feromonas Alfa me hacía sentir que mi pecho estaba siendo pisoteado por algo de gran peso, como si una bestia invisible se hubiera sentado sobre mí, aplastando cualquier atisbo de esperanza.


Escuché el rechinar de los sillones, seguido de las suelas de varios zapatos golpeando el piso de madera con calma, un sonido que resonaba en mi mente como un presagio de lo que estaba por venir. 


— No corras, ah, definitivamente ahora sí lo haré bien. — Dijo uno de ellos, su voz era un susurro cargado de malicia. ‘Maldición’, pensé, mientras intentaba arrastrarme, cada movimiento era un esfuerzo titánico, pero algo frío pisó mis manos.


— ¡Ah! — Grité, el dorso de mi mano, que aún tenía fresca la quemadura del cigarrillo, fue aplastada por la suela del zapato de uno de los hombres. El dolor se disparó a través de mi cuerpo, y la sensación de impotencia se intensificó. La mezcla de la quemadura y el peso del zapato era una tortura que me hacía desear desvanecerme.


La risa burlona de los hombres llenó la sala, un sonido cruel que se mezclaba con el eco de mis quejas. Cada risa era un recordatorio de mi vulnerabilidad, de lo bajo que había caído. Intenté moverme, pero el dolor en mi mano era un recordatorio constante de que estaba atrapado, y la desesperación se apoderaba de mí.


— ¿Vas a seguir intentando escapar?


Preguntó uno de ellos, su tono era juguetón, como si disfrutara de mi sufrimiento. La humillación me invadió, y el miedo se convirtió en un compañero constante. Sabía que estaba en un lugar del que no podría salir fácilmente, y cada segundo que pasaba me acercaba más a un destino aterrador.


— Basta… ¡Por favor! — Les supliqué, mi cuerpo no podía enfrentarse a esos hombres ni siquiera en mi mejor momento. Sentí un tirón en las piernas, mi cuerpo era arrastrado hacia atrás, mi visión me jugaba una mala pasada, todo se distorsionaba ante mis ojos. La sensación repugnante y pegajosa, como si múltiples sanguijuelas se estuvieran pegando a mi piel, era nauseabunda.


Destellos de luz nublaron mi visión mientras me retorcía y giraba, tratando de escapar de las manos que me sujetaban. Los rostros lascivos de los hombres me rodeaban, extendiendo las manos para agarrame y arrastrarme hacia atrás. 


Los hombres me agarraron con fuerza y me colocaron sobre la mesa de cartas, sujetándome contra mi voluntad. Sentí sus cuerpos contra el mío, y noté sus erecciones, duras y punzantes, pegándose contra mi entrepierna. Uno de ellos me arrancó el pantalón y metió la mano entre mis muslos.


— No... por favor… — Balbuceé, pero mis palabras carecían de fuerza.

El hombre que me tocaba se rió y me apremió con más fuerza. — No pretendas que no te gusta, niño rebelde.


Mientras ellos me torcían y giraban, una de las manos se deslizó bajo mi camisa, acariciando violentamente mi pecho. Noté cómo mi cuerpo se estremecía involuntariamente bajo el contacto y sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral.


— Sí, los prostitutos como tú disfrutan esto, ¿No? — Susurró otro de ellos al oído, mientras su lengua jugueteaba con mi oreja.


Uno de ellos me levantó la camiseta y me lamió el cuello, dejándome un pequeño moretón. — Eres delicioso. — Susurró.


Mi cuerpo se llenó de esas repulsivas sensaciones, no pudiendo resistir la tortura que me estaban infligiendo. Empecé a sudar e hice ademán de levantar las manos para protegerme, pero me miraron fijamente a los ojos con una mezcla de deseo y posesión que me paralizó.

— No… — Murmuré, aunque no estoy seguro de si lo dije en voz alta o lo susurré solo para mí.


La cabeza me daba vueltas y tuve que apoyarme en el brazo de uno de ellos para no caerme. 

Sus dientes rozaron mi cuello y subieron hasta llegar a mi oreja. — Eres más que un cadáver, definitivamente fue una buena compra. — Susurró. — Y nosotros te gozaremos hasta la saciedad.


Su lengua me lamió la oreja y noté cómo un escalofrío recorría mi cuerpo entero. Sus manos se deslizaron por mi espalda y se detuvieron en mi culo, apretándolo suavemente. Los hombres se miraron entre sí y sonrieron, como si discutieran qué hacer a continuación.

Despacio, uno de ellos se desabrochó la bragueta, otro, deslizó la mano dentro de mis nalgas, estimulando mi agujero. Yo solté un grito ahogado al sentir una mano acariciar mi pene, duro y ansioso.


— Está listo. — Murmuró, mientras metía dos dedos dentro de mí. — Y mucho más dispuesto de lo que pensamos


No podía entender cómo mi cuerpo podía estar tan emocionado si todo eso me revolvía fuertemente el estómago.


— Por favor, detente. — Jadeé, incapaz de formar pensamientos completos.


Los otros hombres parecieron tomarlo como una señal de consentimiento y se acercaron más, presionando sus cuerpos contra el mío. Sus manos ásperas recorrieron mi pecho, mi espalda y mi trasero, haciéndome sentir sucio.


Uno de ellos metió un dedo en mi boca, provocándome mientras lo empujaba más profundamente. — Chupa esto. — Me ordenó, frotando sus caderas contra las mías.

Abrí más la boca y tomé su dedo lo más profundo que pude. Enrosque la lengua alrededor de él, mientras la cabeza daba vueltas por la intensidad de la situación.


El hombre cuyo dedo estaba chupando se apartó, riendo oscuramente. — Eres un pequeño zorro. — Dijo, sonriéndome.


Antes de que pudiera protestar, me agarró la cabeza y empujó su pene hacia mi boca. Me atraganté cuando se metió a la fuerza. Comenzó a mover sus caderas, empujando su pene más profundo y más fuerte en mi garganta.


Mientras tanto, un hombre se colocó entre mis piernas, con la cara a escasos centímetros de mi erección chorreante. La tomó en su mano y la apretó, extrayendo unas gotas de líquido preseminal de la punta. Luego, se inclinó hacia delante y tomó la cabeza.

Grité, arqueando la espalda por el dolor que me invadió.


El hombre continuó con sus agresiones, moviendo la cabeza de arriba a abajo.

De repente, uno de los otros hombres me agarró con fuerza y ​​me dio la vuelta. Me obligó a ponerme a cuatro patas y se colocó detrás de mí.


— Lo tomarás como si fueras una mujer. 


Gruñó, escupiendo las palabras en mi oído.


Antes de que pudiera protestar, colocó su pene en mi entrada y me empujó con fuerza.

La sensación de un miembro entrando a la fuerza, fue como si todo mi cuerpo fuera desgarrado. — Mierda, Relájate niño, ni siquiera lo he metido. — Gruñó el hombre. En ese momento, sentí algo frío que rozó mis dedos. No lo pensé, sabía lo que era… Era mi única salida. 


— ¡Puagh! ¡Tú! ¡¿qué mierda has hecho?! 


La sensación de energía que me llenó de golpe me impulsó a moverme. La navaja, que se dirigió al azar, cortó el párpado izquierdo del Director Park Yoo, y la sangre se disparó sobre mí, como un torrente rojo que manchaba mi piel. El cuerpo de Park Yoo se tambaleó, y su grito de furia resonó en mis oídos.


— ¡Hijo de puta!


En ese instante, mi cuerpo se sintió tan ligero como una pluma. El dolor desapareció, y mis piernas avanzaron como si estuvieran llenas de energía, como si la adrenalina me hubiera otorgado un nuevo propósito.


[¡Bang!]


La puerta se abrió de golpe, y tropecé, pero sentía que si dejaba caer mi cuerpo, sería devorado por un monstruo. La desesperación me empujaba hacia adelante, y el eco de los gritos del Director Park Yoo resonaba en mi mente.


— ¡Te mataré! ¡Te mataré, maldito idiota!


Su voz era un rugido, como si su aliento me respirara en la nuca. Mi visión estaba distorsionada, y no pensaba hacia dónde estaba corriendo. Solo sabía que debía escapar.

Realmente pensé que podría superar todo esto, que podría trabajar y, después de pagar la deuda, irme de aquí. Pero no pude ser más ingenuo. Este lugar, este infierno, iba a ser mi tumba, y mi cuerpo sería partido en trozos para ser alimento de los peces del Río Han.


‘Mamá, lo siento. No quiero seguir, perdona a tu hijo que vivió avergonzándote’. 


— ¡Detenlo! ¡No puede escapar! — Gritaron tras de mí, y el pánico se apoderó de mi ser.


— ¡Dios mío!


Salí del casino, sintiendo el agua de lluvia empapando mi cuerpo desnudo y la fría corriente del viento golpeando mi rostro. Era un alivio momentáneo, un recordatorio de que aún estaba vivo, aunque el terror me seguía como una sombra. 


‘Mamá, quizás, cuando esto termine, pueda volver a verte. Si eso es así, prometo que lo haré mejor y te haré sentir orgullosa de tu hijo’. Pero en ese momento, la realidad era que estaba corriendo por mi vida, y cada paso que daba era un desafío contra el destino que parecía decidido a atraparme.


Mi cuerpo colapsó en el momento que la fuerza de la adrenalina se fue consumiendo. Mi estómago estaba palpitando por dentro y me era difícil respirar. Recargue mi espalda en la puerta de uno de los grandes contenedores de basura, mi corazón estaba bombeando sangre muy fuerte, era doloroso presionar mi pecho. 


Sentí mis mejillas húmedas, parecía que estaba llorando. 


Miré hacia abajo, y el color rojo carmesí había dejado un camino en el suelo, un rastro de sangre que parecía contar mi historia de dolor y desesperación. Mi puño estaba apretando el filo de la navaja con fuerza, y la presión en mi mano era un recordatorio de la violencia que había desatado. 


Pensé que todo se volvió extrañamente silencioso; no había gritos, ni dolor, ni frío. Todo se quedó vacío, como si el mundo hubiera decidido ignorar mi sufrimiento. 


Fue allí cuando me percaté de que mi corazón se estaba llenando de una fuerte ira. Odiaba a mi madre por dejarme solo en este abismo, odiaba a mi padre por venderme a un destino tan cruel, y odiaba a Dios por hacerme pasar por todo esto. 


La herida en mi ano ardía, un recordatorio brutal de la traición y el abuso que había sufrido, y ahora, en medio de la desesperación, esa simple caricia se convirtió en un símbolo de todo lo que había perdido. La lucha por mantenerme en pie se volvía cada vez más difícil, y la sensación de que todo se desmoronaba a mi alrededor me llenaba de terror. En ese momento, comprendí que no solo estaba luchando por mi vida, sino también por recuperar un pedazo de humanidad que creía haber perdido para siempre.


Ni siquiera me dio una oportunidad. 


Dios, fue Dios quien me abandonó primero. En ese momento de claridad, comprendí que la ira que sentía no solo era hacia los demás, sino también hacia mí mismo, por haber permitido que todo esto sucediera. 


La sangre seguía fluyendo, y con cada gota que caía, sentía que una parte de mí se desvanecía, llevándose consigo cualquier esperanza de redención.


— ¡Puag! ‘¿Cómo se supone que soporte todo esto?’


Me quedé allí, atrapado en un abismo de desesperación, esperando que todo esto llegara a su fin. Mi tumba, un basurero, y me disculparía con la limpieza, como si eso pudiera redimir mi existencia. A mi alrededor, el color rojo se desbordaba, un mar de sangre que parecía devorarme lentamente, como si cada gota fuera un recordatorio de mi dolor. La sensación de ser consumido por un calor abrasador se tornó fría, un escalofrío que me atravesó, como si la vida se escapara de mí, dejándome vacío y sin aliento.


— ¡Eres un maldito idiota! — Resonó una voz, y en ese instante, me di cuenta de que había personas allí, acercándose a mí, como sombras en mi tormento.


[¡Crash!]


— ¡¿Qué demonios?!


— ¡¿Usted?! ¡No puede estar aquí!

Una luz intensa me cegó por un momento, y segundos después, un estruendo ensordecedor llenó el aire, un caos que se mezclaba con mi agonía. 


— Hwan Jian. — Esa voz profunda resonó en mis oídos, llamando mi nombre como un hilo que se ató a mi conciencia y la arrastró de regreso a la realidad. ‘¿Por qué este loco está hablando conmigo?’ Mis ojos, pesados y llenos de confusión, vagaron de arriba hacia abajo, y vi a una figura pulcra en medio de este callejón asqueroso, impregnado de basura, sangre y sudor. 


Su presencia era un contraste doloroso con mi entorno, un recordatorio de lo que había perdido y de la lucha que aún me quedaba por enfrentar.


Una mano se extendió hacia mí, y al frotar mi cabello suavemente, sentí un destello de humanidad en medio de tanto horror. Era un gesto tan simple, pero en ese instante, se convirtió en un acto de afecto que me atravesó el alma. Sin embargo, esa ternura me desmoronó por completo; era como si cada fibra de mi ser se desgarrara, y me di cuenta de que ese dolor era más intenso que todo lo que había soportado antes. La calidez de esa mano contrastaba brutalmente con el frío helado de mi realidad, y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, fluyendo como un torrente descontrolado, mezclados con la sangre que aún manaba de mi herida.


Cada lágrima era un grito silencioso, un eco de mi sufrimiento, y en ese momento, comprendí que no solo estaba luchando contra el dolor físico, sino también contra la soledad que me había consumido. La mano continuaba acariciando mi cabello, y aunque el mundo a mi alrededor se desmoronaba, ese pequeño acto de compasión me hizo sentir vivo. 


Algo cálido cubrió mi cuerpo y unos fuertes brazos me envolvieron.


— Te busqué por mucho tiempo. No quiero perderte de nuevo. — Su expresión parecía como si fuera a llorar ahora, es tan triste. 


— ¿A mi? — Susurré, pero mi mente estaba lejos de entender lo que estaba pasando.


— Todo estará bien, confía en mí, solo tienes que sujetar mi mano y nunca soltarla.


Parecía algo tan ridículo, la situación que estaba pasando frente a mis ojos.


— Tu vida es importante, para mí eres importante. Así que si ya has renunciado a todo déjame darte una razón para seguir aquí. 


Las palabras de este hombre estaban llenas de desesperación, pero se escuchaban tan calmadas y suaves.


Mis párpados se comenzaron a sentir pesados, mis oídos que estaban aturdidos percibieron una voz que llamó mi nombre varias veces — ¡Jian! ¡Jian! — La voz pertenecía a mi madre. 

Mamá, lo siento mucho, pero creo que, todo esto acabó. 


— ¡Jian! ¡Jian! 

Final del capítulo



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